jueves, 31 de mayo de 2018

Descubrimientos geográficos


Monstruo marino del “Mar Tenebroso”.
En los confines del occidente de Europa se acababa la tierra conocida (“finis terrae) y empezaba el Mar Tenebroso: el Atlántico. Era un océano sobre el que circulaban muchas leyendas: a través de él se podía llegar a islas llenas de oro, a tierras donde estaba el paraíso terrenal o la fuente de la eterna juventud. Pero también estaba lleno de peligros: se decía que hacia el sur el calor era tan grande que hacía hervir las aguas, que algas gigantescas podían inmovilizar los barcos, que las corrientes podían arrastrarlos a enormes abismos sin fondo, que había apariciones y fenómenos sobrenaturales, y que sus aguas estaban plagadas de terribles monstruos. Para los marinos del siglo XV, adentrarse en el océano Atlántico constituía a la vez un reto y una amenaza.









El viaje.
“Los primeros días no hay nada digno de mención. Los hombres se dedican a sus tareas: los grumetes vigilan los relojes de arena, cantan las horas y preparan las comidas; los marineros se encargan del velamen; los capitanes calculan la posición de los barcos con el cuadrante, la dirección con la brújula y la velocidad a ojo (…). Apenas transcurrida una semana, comienzan a advertir signos de la cercanía de tierra. Pero su entusiasmo se frustra al comprobar el 17 que han entrado en el mar de los Sargazos, extensión inmensa de aguas cubiertas de vegetación que hace difícil navegar. Hacia el día 20 pierden la fuerza impulsora de los alisios y la inquietud crece. Al miedo de no poder llegar nunca al destino se añade el no menos terrible de no poder regresar a España, dada la constancia de la dirección del viento (...). Los días 6 y 10 de octubre la tripulación se amotina… Colón tiene que aceptar un ultimátum de sólo tres días más de navegación. Los indicios permiten la esperanza, pues el día 10 las señales de proximidad de tierra son ya evidentes: plantas flotantes, cangrejos, bandadas de pájaros. Por último, en la noche del 11 al 12, hacia las dos de la madrugada, Juan Rodríguez Bermejo lanza el grito de “¡tierra a la vista! que inicia una nueva etapa en la historia”.
                                               G. Zaragoza. Colón y el descubrimiento. 1988.


         PRIMER VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO.

“He tenido que enrolar a 260 hombres. De entre toda esta multitud puedo contar con dos o tres docenas de veteranos, viejos lobos de mar que me seguirán hasta el infierno. Pero junto a ellos, ¡cuántos aventureros sin fe ni ley, cuántos fugitivos, cuántos galeotes que han roto sus grilletes! Por supuesto, la mayoría de ellos son españoles, seguidos en número por los portugueses. Luego…, hay hombres de todas las nacionalidades: italianos y franceses, flamencos, ingleses, alemanes, griegos, malayos, negros…los rumores, pérfidamente difundidos por el embajador de Portugal, según los cuales me iba a lanzar a una aventura sin esperanza, han hecho que muchos avezados marineros se negaran a enrolarse y que haya tenido que recurrir a vagabundos del puerto, que están deseando poner tierra por medio entre sus huesos y las manos de los alguaciles. ¡Desde luego, en este aspecto, sus deseos se verán con toda seguridad cumplidos!