Pepe Verdú. La Vanguardia.
9-12-2018.
El Torcal de Antequera, Andalucía (bbsferrari / Getty Images/iStockphoto)
Parece una fantasía, un sueño febril, pero es muy
real. No lo creó ningún artista desquiciado, sino la perseverante acción del
tiempo y el agua sobre la roca. Es el malagueño Torcal de Antequera, un
lugar con formas prodigiosas, inverosímiles, que desafían la lógica e invitan a
liberar la imaginación.
Su historia empezó hace
200 millones de años. Andalucía Oriental no existía entonces, la cubría un
gigantesco mar, habitado por muchos animales. Cuando estos morían, sus
restos caían al fondo, donde se depositaban. Así sucedió durante 175
millones de años, un período suficientemente largo para que se acumularan
grandes espesores de esqueletos, caparazones y conchas, ricos en carbonato
cálcico, que acabaron compactados por su propio peso. Es decir, se solidificaron
y convirtieron en rocas calizas.
Mucho después, hace apenas 25 millones de años,
un gran movimiento tectónico combó y elevó aquellos sedimentos
marinos, como si empujara una hoja de papel por sus dos extremos
simultáneamente. A causa de ese cataclismo, las rocas calcáreas emergieron
sobre el mar, quedaron a la intemperie.
Ahí se evidenciaron
resistentes a la erosión del viento, pero muy vulnerables al agua de
la lluvia, que las penetra y disuelve con facilidad. Fruto de esa acción, se
crea un tipo de paisaje llamado cárstico, que se caracteriza por la
escasez de agua en superficie —se filtra—, por la abundancia de simas, cuevas,
pasadizos y gargantas, y por el moldeado extravagante de las rocas.
La península Ibérica tiene varios
escenarios cársticos, pero la espectacularidad del Torcal de Antequera se sale
de lo común, como insinúan los mismos nombres de sus formaciones
rocosas: el Tornillo, el Sombrerillo, el Ataúd, los Prismáticos, el Cáliz, el
Dado... Además, el Torcal tiene más de un millar de
simas y cuevas, de las que se han explorado menos de doscientas. La cavidad
vertical más profunda que se conoce es la sima de la Unión, con 225 m de
hondura, un auténtico abismo. Otras simas llamativas son la Azul, con 115 m, o
la sima de la Mujer, con 90 m.
Respecto a las cuevas, nuestros
antepasados las aprovecharon como refugio durante la Prehistoria, en el
neolítico, y atesoran valiosos testimonios humanos de esa época, sobre todo las
magníficas cuevas de Toro y de Marinaleda. Como es natural, un
territorio tan plagado de grutas y escondrijos también atrajo a proscritos, como las
cuadrillas de bandoleros antaño, o, en tiempos más recientes, los grupos de
maquis que combatieron el franquismo.
Tres rutas a pié
La mejor manera de explorar el Torcal es, sin
duda, a pie, dejándose embriagar por la fantasía. Existen varios
recorridos senderistas bien señalizados. Unos se pueden seguir por libre;
otros requieren la didáctica tutela de responsables de la reserva y se
conciertan en el Centro de Visitantes Torcal Alto.
Entre los primeros, el más sencillo es la Ruta
Verde, un itinerario circular con 1,4 km de longitud, que empieza y acaba en el
Centro de Visitantes. A pesar de su brevedad, pasa por formaciones muy
vistosas, como el Hoyo de la Burra, la Esfinge, el Indio o el Vigía. Merece la
pena aproximarse al cercano mirador de las Ventanillas, levemente apartado
de la senda.
También circular y sin restricciones, la
Ruta Amarilla es una versión un poco extendida de la Verde: tiene 2,8 km, empieza y acaba
en el Centro de Visitantes, y añade otras formaciones a las anteriores, como el
Camello, la Jarra, la Grieta, el Burladero, el Púlpito o el Adelantado.
La Ruta Naranja o Subida al Torcal Alto es la
tercera y última caminata que se puede hacer sin permisos. No es muy larga, solo
tiene 3,6 km, pero remonta 269 m y discurre sobre un terreno muy
pedregoso. Comienza en el aparcamiento inferior, y pasa por el mirador de
Manuel Grajales, la Majada del Fraile, el Puerto de Tinajuela, la Cañada de
Tosaires y el Monumento Natural del Tornillo, antes de acabar en el
aparcamiento superior.
Fauna y flora
Cualquiera de
esas rutas propicia el avistamiento de la fauna local, sobre todo si la
marcha se hace en silencio, a primera o última hora, y con unos prismáticos a
mano. El Torcal es el hogar de unas 120 especies de vertebrados. La
familia más representada son las aves, hay 82 especies. También existen 22
especies de mamíferos, 11 de reptiles y cinco de anfibios, como los sapillos
pintojo meridional y moteado ibérico, o el sapo corredor.
Impresiona la presencia de
buitres leonados en el cielo, aunque también son interesantes aves como el búho
real, el mochuelo, las collalbas negra y rubia, el avión roquero o la chova
piquirroja. Entre los reptiles, sobresalen el lagarto ocelado, las lagartijas
colilarga e ibérica, la culebra bastarda y la venenosa víbora hocicuda. El
zorro, el tejón, la comadreja, el topillo o el conejo son los mamíferos más
comunes.
En el ámbito botánico, el Torcal de
Antequera acoge 664 especies de plantas, agrupadas en un centenar
aproximado de familias. Las comunidades de mayor importancia son las rupícolas,
adaptadas a las grietas de las rocas, con varias especies endémicas. Un buen
lugar para familiarizarse con esa riqueza biológica es el Centro de Visitantes
Torcal Alto, donde se proporciona información muy diversa todos los días de la
semana. Se accede al Torcal en el Kilómetro 42 de la carretera A-7075, que
comunica Antequera y Villanueva de la Concepción. Existen dos aparcamientos: a
la entrada del Paraje Natural y junto al Centro de Visitantes.
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