martes, 24 de septiembre de 2019

Obras del siglo XX.



Convergence. 1952. Jackson Pollock.

Otro enorme lienzo de Pollock (casi 4 metros de ancho por 2,5 de alto).
Otra agresiva y densa explosión de colores fruto de varias salpicaduras enmarañadas en las que el artista mezcla lo expresionista  con lo abstracto,  y un toque de surrealismo (pintura automática de corte Jungiano) creando el primer estilo puramente americano: el expresionismo abstracto. Por ese motivo, la crítica de los Estados Unidos se volcó para promocionar al artista e incluso la CIA financió el movimiento pues en plena Guerra Fría se necesitaba una corriente artística propia, que además era radicalmente opuesta al realismo socialista, imperante en el arte de los países comunistas.
Es curioso como el arte más libre de la época, realizado por un artista inconformista y rebelde, que, digámoslo ya, no sabía dibujar, fuese patrocinado por las autoridades ultraconservadoras de su país y la élite intelectual de la época.
Esta obra encumbró al pintor, que en esos años ya era un alcohólico empedernido, y se sentía frustrado al saber que los espectadores intentaban buscar algo que tuviera relación con el título «Convergence».
A partir de entonces decidió titular sus obras con un número, para que nadie pudiera buscar en ellas el más mínimo rastro de figuración o significado.
Autor: Miguel Calvo Santos.
Orion MCW (1969).  Victor Vasarely.

«Cada forma es la base para un color, cada color es el atributo de una forma».
Estas son las palabras del papa del Op-Art, el artista Victor Vasarely, empeñado en jugar con nuestros ojos para conseguir imágenes que simulan movimiento y toda suerte de ilusiones ópticas.
A Vasarely le interesó el arte abstracto más radical y geométrico, el practicado por tipos como Mondrian y Malévich, y al final descubrió que juntando cuadraditos y circulitos de colores se conseguía una especie de cinética visual (cinétique plastique) en la que cada espectador es al final el único creador de la obra… O más bien el ojo del espectador, un miembro del cuerpo humano muy fácil de engañar.
Mirando obras como este Orion MCW se percibe una vibración, un movimiento (aunque sabemos bien que es una pintura), y de eso se trató básicamente el Op-Art (es decir, arte óptico), de engañar al ojo para convencerlo de que hay movimiento donde no lo hay. Este «engaño» hizo reflexionar a los culturetas de los años 60 sobre los aspectos perceptivos del arte, además de atraer a cientos de miles de visitantes a los museos, ya que al fin se sentían incluidos en ese galimatías críptico y elitista que era el arte contemporáneo.
El arte volvía a ser divertido.
Autor: Fulwood Lampkin.
Fuente: https://historia-arte.com/obras/orion-mcw

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