Convergence. 1952. Jackson Pollock.
Otro enorme lienzo de Pollock (casi 4
metros de ancho por 2,5 de alto).
Otra
agresiva y densa explosión de colores fruto
de varias salpicaduras enmarañadas en
las que el artista mezcla lo expresionista con lo abstracto, y un toque de surrealismo (pintura
automática de corte Jungiano) creando el primer
estilo puramente americano: el expresionismo
abstracto. Por ese motivo, la crítica de los Estados Unidos se volcó para
promocionar al artista e incluso la CIA financió el movimiento pues en plena Guerra Fría se necesitaba una corriente artística propia, que además era
radicalmente opuesta al realismo socialista, imperante en el arte de
los países comunistas.
Es
curioso como el arte más libre de
la época, realizado por un artista inconformista y rebelde, que, digámoslo
ya, no sabía dibujar, fuese
patrocinado por las autoridades ultraconservadoras de su país y la élite
intelectual de la época.
Esta
obra encumbró al pintor, que en esos años ya era un alcohólico empedernido, y se sentía frustrado al
saber que los espectadores intentaban buscar algo que tuviera relación con
el título «Convergence».
A
partir de entonces decidió titular sus obras con un número, para
que nadie pudiera buscar en ellas el más mínimo rastro de figuración o
significado.
Autor: Miguel Calvo
Santos.
Orion MCW (1969). Victor Vasarely.
«Cada forma
es la base para un color, cada color es el atributo de una forma».
Estas son
las palabras del papa del Op-Art, el artista Victor
Vasarely, empeñado en jugar con nuestros ojos para conseguir imágenes
que simulan movimiento y toda suerte de ilusiones ópticas.
A Vasarely
le interesó el arte
abstracto más radical y geométrico, el practicado por tipos como Mondrian y Malévich,
y al final descubrió que juntando cuadraditos y circulitos de colores
se conseguía una especie de cinética visual (cinétique
plastique) en la que cada espectador es al final el único creador de la
obra… O más bien el ojo del espectador, un miembro del cuerpo
humano muy fácil de engañar.
Mirando
obras como este Orion MCW se percibe una vibración, un
movimiento (aunque sabemos bien que es una pintura), y de eso se trató
básicamente el Op-Art (es decir, arte óptico), de engañar al ojo para convencerlo
de que hay movimiento donde no lo hay. Este «engaño» hizo reflexionar a los
culturetas de los años 60 sobre los aspectos perceptivos del arte,
además de atraer a cientos de miles de visitantes a los museos, ya que al fin
se sentían incluidos en ese galimatías críptico y elitista que era el arte
contemporáneo.
El arte
volvía a ser divertido.
Autor: Fulwood Lampkin.
Fuente: https://historia-arte.com/obras/orion-mcw
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