domingo, 10 de marzo de 2019

Poema de la semana (X)

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Cada 14 de marzo se celebra el Día de Pi, pues corresponde al "3 14", la aproximación más conocida de este número irracional - con infinitas cifras decimales no periódicas. El número pi (π), conocido desde la antigüedad, es uno de los más importantes en el ámbito de las matemáticas y ha protagonizado gran cantidad de anécdotas y curiosidades a lo largo de la historia. Su fama es tal que se le han dedicado incluso poemas.
Este que os proponemos pertenece a la poeta polaca Wislawa Szymborska (1923-2012), galardonada con el Premio Nobel de Literatura en el año 1996. Si lo leéis con atención, conoceréis las primeras cifras del número pi, más allá del 3,14.

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El admirable número Pi
tres coma uno cuatro uno.
Las cifras que siguen son también preliminares
cinco nueve dos porque jamás acaba.
No puede abarcarlo seis cinco tres cinco la mirada,
ocho nueve ni el cálculo
siete nueve ni la imaginación,
ni siquiera tres dos tres ocho un chiste, es decir, una comparación
cuatro seis con cualquier otra cosa
dos seis cuatro tres de este mundo.
La serpiente más larga de la tierra suma equis metros y se acaba.
Y lo mismo las serpientes míticas aunque tardan más.
El séquito de digitos del número Pi
llega al final de la página y no se detiene,
sigue, recorre la mesa, el aire,
una pared, una hoja, un nido de pájaros, las nubes, hasta llegar
 directo al cielo,
perderse en la insondable hinchazón del cielo.
¡Qué breve la cola de un cometa, cual la de un ratón!
¡Qué endeble el rayo de un astro si se curva en la insignificancia
del espacio!
Mientras aqui dos tres quince trescientos diecinueve
mi número de teléfono la talla de tu camisa
el año mil novecientos sesenta y tres sexto piso
el número de habitantes sesenta y cinco céntimos
dos pulgadas de cintura una charada y un mensaje cifrado
que dice vuela mi ruiseñor y canta
y también se ruega guardar silencio,
y se extinguirán cielo y tierra,
pero el número Pi no, jamás,
seguirá su camino con su nada despreciable cinco
con su en absoluto vulgar ocho
con su ni por asomo postrero siete,
empujando, ¡ay!, empujando a durar
a la perezosa eternidad.

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