Nadie recuerda un invierno tan frío como éste.
Las calles de la ciudad son láminas de hielo.
Las ramas de los árboles están envueltas en fundas de hielo.
Las estrellas tan altas son destellos de hielo.
Helado está también mi corazón,
pero no fue en invierno.
Mi amiga,
mi dulce amiga,
aquella que me amaba,
me dice que ha dejado de quererme.
No recuerdo un invierno tan frío como éste.
De Invierno, Rubén Darío.
En
invernales horas, mirad a Carolina.
Medio apelotonada descansa en el sillón,
envuelta con su abrigo de marta cibelina
y no lejos del fuego que brilla en el salón.
El fino angora blanco junto a ella se reclina,
rozando con su hocico la falda de Aleçón,
no lejos de las jarras de porcelana china
que medio oculta un biombo de seda del Japón.
Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño:
entro, sin hacer ruido: dejo mi abrigo gris;
La nieve, Jorge Guillén.
Lo blanco está sobre lo verde,
Y canta.
Nieve que es fina quiere
Ser alta.
Enero se alumbra con nieve, si verde,
Si blanca.
Que alumbre de día y de noche la nieve,
La nieve más clara.
Nieve ligera, copo blando,
Cuánto ardor en masa!
La nieve, la nieve en las manos
Y el alma.
Tan puro el ardor en lo blanco,
Tan puro, sin llama.
La nieve, la nieve hasta el canto
Se alza.
Enero se alumbra con nieve silvestre.
¡Cuánto ardor! Y canta.
La nieve hasta el canto-la nieve, la nieve-
En vuelo arrebata.
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